Experiencia de apropiación tecnológica
Corría el año 1981 y al enterarme que en la escuela donde
yo había estudiado toda mi vida había un curso de computación decidí hacerlo.
Siendo niño escuché en la radio que estas máquinas eran maravillosas y quería
saber de qué se trataba el asunto.
Empecé estudiando en un aula que tenía dos máquinas MS104,
prestadas por Microsistemas hasta que armaran las definitivas que la escuela
había comprado.
Podríamos decir que estas máquinas tenían su propio
escritorio, tenían monitor de fósforo blanco de unas 10 pulgadas, no tenían
disco duro ya que este periférico era carísimo, así que los datos se guardaban
en diskettes de 8 pulgadas. Al ser tan grandes, los días de humedad se deformaban
y datos y programas eran inaccesibles. Hubo que poner aire acondicionado para
que los diskettes no se estropearan.
El S.O. era el CP/M y programábamos en Basic y en Cobol. Una
curiosidad: estas máquinas no tenían minúsculas.
Al fin vinieron las máquinas tan esperadas. Al principio
fueron tres MS51 y luego dos más. Estas sí tenían minúsculas.
Pero no teníamos impresora, así que teníamos que copiar el
código a mano en un cuaderno para revisarlo en casa, dado que el tiempo frente
a la máquina era precioso.
Esas máquinas sólo aceptaban la impresora de Microsistemas
que costaba igual que cada máquina: 10 mil dólares. En una época en que el
sueldo de un preceptor era de 10 dólares. Era de matriz de puntos, carro ancho y
el carro ancho para nosotros significaba un desperdicio de papel. Según la empresa
informática esta impresora era muy superior a las del mercado y por eso ellos
la cobraban tan cara y sus máquinas no aceptaban otras. Su impresora era
distinta, superior y excesivamente cara, por supuesto.
En esa época entra como docente un ex alumno de la escuela y
egresado de FaMAF como licenciado en física.
Al ver la situación, él sostiene que la empresa Microsistemas
estaba engañando a la escuela y decide que quiere hacer un experimento. Le pide
al rector del colegio que compre una impresora de otra marca, de carro angosto,
que costaba mucho menos: u$s 1 mil quinientos.
Desarma una de las carísimas MS51 y estudiando su interface
Centronics descubre que tenía cambiada la posición de un cable y por eso no
aceptaba otras impresoras. Puso ese cable en orden para las otras MS51 y ahora
andaba cualquier impresora.
Nótese que en el año 1981 no había internet, por lo que conseguir
las características de una máquina o el circuito correcto de una interface Centronics
no era fácil. Además animarse a abrir una MS51, con lo caras que eran, era un
acto de coraje.
Parece que desde el principio las empresas tecnológicas han
tratado de engañar a sus usuarios y los egresados de FaMAF han estado por la
apropiación tecnológica.
Gracias Dr. “Tati” Campenni porque con sus conocimientos, sus
valores e ideales produjo esta apropiación tecnológica¡¡¡
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